El Cuartito Azul: si sales viva, seguirás muerta

Crónica: Azules quedaban los cuerpos martirizados de hombres y mujeres, de cualquier edad, ocupación o profesión, de ahí el nombre, dirigido por Claudio San Román y, por herencia connatural, por Klaus Barbie, Guido Benavídez y otros militares, policías y civiles contratados para vil misión

El ‘cuartito azul’ o ‘cuarto azul’ funcionó en una casona frente al Palacio de Justicia, hasta 1964; y después reinstalado a pasos del Palacio Quemado en La Paz, hasta 1982. Hombres como Claudio San Román, Klaus Barbie, Guido Benavídez y tantos otros ponían en práctica lo mejor de sus conocimientos adquiridos en el extranjero, las artes del interrogatorio e investigación política, con aplicación de métodos científicos de tortura para un lento, muy lento, asesinato de opositores o sospechosos parecidos a un “comunista” enemigo de Paz Estenssoro, Barrientos, Banzer y/o García Meza.


Azules quedaban los cuerpos martirizados de hombres y mujeres, de cualquier edad, ocupación o profesión, de ahí el nombre del cuartito aquel, dirigido por Claudio San Román y, por herencia connatural, por Klaus Barbie, Guido Benavídez y otros militares, policías y civiles contratados para vil misión.
No tenía color que alivie tu golpeada mirada, ni calor que abrace tu fría piel. Nada azul, todo rojo sangre.

—¿Blanquita, lo recuerdas?
—“…se me recluye en el famoso entonces Cuartito Azul, por haber sido el lugar de innumerables torturas y asesinatos de muchos presos políticos de la época (Banzer); un cuarto en el que se podía apreciar manchas de sangre tanto en la pared como en el piso. Era insalubre pues circulaban ratas y en el centro tenían un foco enorme de gran luminosidad, el cual estaba encendido de día y noche”.

“Mi estadía en el famoso cuartito fue terrible, estuve incomunicada por cinco días sin probar alimento (…) No podía dormir bien por el frío que pasaba. Me cubría apenas con un saquito de lana que tenía encima en el momento de mi aprehensión”.

—¿¡Qué hicieron de ustedes, mujeres…!?
—A Sonia y a mí nos obligaron (los agentes) a desvestirnos y empezaron a agredirnos sexualmente los cinco hombres (…), y a mi compañera empezaron a violarla todos los agentes; desde la otra habitación yo podía sentir sus gritos angustiosos y las risotadas de los violadores.

—Empezaron a flagelarme con un cinturón, con la hebilla que se incrustaba en mis piernas. Eso duraba una hora o más.
—Me quemaron el pecho con cigarrillos, me rompieron el tímpano con un lápiz recién afilado.

—Me hizo sentar sobre hielo durante 24 horas, era un cubo de hielo y ahí me amarraron. Tenía puesta solo una bombacha.

—Mister Sternfield (jefe de la CIA en Bolivia) visitó el primigenio ‘cuartito azul’ de San Román, este entrenado por el FBI. ¿Lo recuerda?

—Era la cosa más sangrienta que vi en mi vida (…) piel, sangre, brazos, piernas. Sangre en las paredes. Sentía náuseas. San Román estaba contra los militares, era pro nazi.
El general René Barrientos derrocó a su antiguo jefe político V. Paz Estenssoro, con pleno respaldo de la CIA y se hizo dueño del ‘cuartito azul’ y de otras ‘casas de seguridad’, de tortura y espionaje en plena función, una de ellas en el mismísimo Palacio Quemado.

—Aneyba —militar de confianza de Barrientos— lo vio. ¿No es así?
—“Heredamos el ‘tesoro de San Román’. (…) descubrí en los sótanos, una puerta muy bien asegurada (…) y me encontré con las oficinas de Claudio San Román, el temido jefe del Control Político del MNR”.

Barrientos le dijo: “Que nadie más sepa; organiza que esté permanentemente custodiada por tu grupo (…)”. Era una veta de información pura para dar con los militantes y simpatizantes del ELN del Che —incluso para copiar el Diario del Che—; capturarlos, torturarlos y asesinarlos, hasta después de las venideras dictaduras de Banzer y García Meza.

Don Klaus Barbie, el nazi criminal de guerra, estaba ya en Bolivia, diciendo: “Hay gente que no sirve para nada y que debe morir”. Sirvió a Barrientos, Banzer y García Meza con sus paramilitares de la Unión Juvenil Cruceñista, con Los Novios de la Muerte, Bolivia Joven, etc., brazalete tricolor en brazo, tal como hordas de noviembre de 2019, y saludo hitleriano.

“Fueron muy crueles —recuerda la mujer obligada a sentarse sobre un cubo de hielo y amarrada de manos—, en esa época estaba Klaus Barbie como asesor de los torturadores. Estuve en el DOP en una pieza llena de agua a la entrada (el cuartito azul, pues), a la mano izquierda. Las elenas (guevaristas) me pasaban papelitos: ‘Resistí hermana, porque ya vamos a tomar el poder’”.

“A la abuela (Delfina Burgoa, 64 años de edad, esposa entonces de Fausto Reynaga y madre del Kantur Reinaga, comunista, elenista…) la maltrataron, la pegaron con tubos de cañería, la pincharon repetidas veces con las yemas de los dedos con alfileres condecentes (sin frazadas y ni comida)” y “me mostró sus algodones con sangre seca, le habían introducido alfileres en los senos”. Peor con otra compañera: “Ahora nos vas a cantar, Palomita”, o a otra que le introdujeron ratones en la vagina o: “de qué lloras si un hijo es una bendición”. ¡La habían violado!

—Oye tú, ¿de qué carajos de derechos hablas?
—Del derecho penal del enemigo, de ese que no tiene derechos ni izquierdos para respirar bajo una asfixiante capucha. Sí claro, respira y elige: ¿al seco o al húmedo? —Submarino es el más antiguo y eficaz. Nada como el agua. En el “cuartito azul, hasta el cogote de agua y aquí sumergido en el turril, patas arriba”.

Don Klaus y el relato de la víctima que cayó en tres oportunidades:
Una de las víctimas del ‘cuartito azul’
Klaus Barbie, nazi criminal de la Segunda Guerra Mundial
Teresa Gisbert
Claudio San Román, en un recinto situado en la calle Potosí frente al Palacio de Justicia, ejercía la dirección del control político. Allí se colgaba a los prisioneros de las muñecas, durante horas, hasta hacerles perder el conocimiento. Eran encerrados desnudos en calabozos durante varios días.

Desnudos se los amarraba a una silla, se les conectaba un polo eléctrico a una oreja y el otro polo en los testículos.
Permanentemente se los golpeaba con laques, palos y se les propinaba culatazos. Se les aplicaba también electricidad en brazos y piernas, exigiéndoles que firmaran declaraciones previamente redactadas a conveniencia de los torturadores, declaraciones en las que se inculpaba a parientes, amigos o desconocidos.

Libro consultado: Movimiento de Mujeres Libertad. Libres! Testimonio de mujeres víctimas de las dictaduras /AEP

 

ILUSTRACIÓN: Movimiento de Mujeres Libertad

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