Memorias de un dictador y la versión de la muerte de Marcelo Quiroga, según Luis García Mesa

García Meza quiere revelar “hechos desconocidos de su gobierno” y por eso mismo, tras largos meses de espera, accede a una entrevista con dos periodistas.

Corre el mes de noviembre de 1997. Luis García Meza está en su habitación de enfermo del piso nueve del Hospital Militar de La Paz. Pasa largas temporadas en la instalación castrense. Así elude  la sentencia a 30 años de reclusión, sin derecho a indulto, que debía cumplir en la gélida planicie donde está la penitenciaria de Chonchocoro.

No hace poco que su camarada de armas, Hugo Banzer, asumió el mando de la nación por segunda vez. La primera, de agosto de 1971 a julio de 1978, lo hizo por la vía del golpe de Estado y la segunda, convertido en demócrata, a través del voto popular.

García Meza quiere revelar “hechos desconocidos de su gobierno” y por eso mismo, tras largos meses de espera, accede a una entrevista con dos periodistas.

Las medidas de seguridad para acceder a su habitación son propias de un jefe de Estado, no de un reo. Sus escoltas visten uniformes de la Policía Militar de Ejército, están armados y son rigurosos a la hora de verificar las credenciales de prensa y los equipos de cada uno. Un detector de metales portátil completa el trabajo.

A la hora de la entrevista, inesperadamente se presenta un supuesto tercer periodista. García Meza no lo saluda y lo observa con mirada de fuego.

Con un tono de voz que no admite réplica lo ataca y acusa: “Tú no eres periodista carajo, eres un buzo de Banzer”.

“¿Qué quiere saber?, ¿lo que voy a decir?”.

Tras un momento de incómodo silencio, como lo hizo alguna vez en los cuarteles del Ejército, el exdictador ordena con furia a sus escoltas militares que detengan al “buzo” y lo revisen.

Los militares acatan la orden del reo y lamentan la fuga de seguridad. Lo detienen en la misma sala y lo “cachean”.

“Mi general, es un policía del Ministerio de Gobierno y está armado”, le informa un joven oficial con uniforme del Ejército, parecido a aquellos de las películas que lucen los temidos “nazis” de la Segunda Guerra Mundial.

“Sáquenlo y ya saben qué hacer carajo”, manda García Meza.

Fuerzas Armadas “presionadas”

Visiblemente disgustado y ansioso por poner fin a una entrevista que no había empezado, el expresidente militar dijo sin que medien preguntas que fueron diversos sectores de la sociedad civil, como los obreros, comités cívicos, fabriles, campesinos y “obviamente los partidos políticos” que presionaron para que las Fuerzas Armadas se encargue del gobierno y señaló a Banzer como el posible autor de la toma de la Central Obrera Boliviana (COB) en 1980 y la muerte de Marcelo Quiroga Santa Cruz, el líder socialista.

“Banzer era el más desesperado que se haga el golpe del 17 de julio de 1980. Nosotros no habíamos escogido ni la fecha y él estaba desesperado, preocupado, por el juicio que le hacía Marcelo”.

“Esa preocupación lo llevó a medidas extremas y se valió de todo, de gente que tenía la consigna de la muerte. A Quiroga Santa Cruz lo eligen y lo sacan de las filas en el operativo de la COB”.

La cabeza de ese gobierno militar, entonces general de Ejército, fue sentenciado en 1993 en el denominado “Juicio del Siglo” a 30 años de cárcel sin derecho a indulto en el penal altiplánico, construido pocos años antes con ayuda estadounidense para encerrar narcotraficantes.

Pero su encierro fue una pantomima. En el penal de “máxima seguridad” tenía un departamento de lujo alejado de la población penitenciaria, televisión por cable, un gimnasio, parrillero, calefacción, biblioteca y hermosas damas de compañía a la carta.

Cuando se “sentía enfermo” se retiraba al Hospital Militar donde tenía trato de expresidente y excomandante, no de reo,  y de ahí se desplazaba a su lujoso departamento con la complicidad de sus camaradas, de quienes recibía respeto y admiración.

En esas vacaciones pagadas por el Estado, porque en verdad nunca fue prisionero, escribió “Memorias de un Dictador”, una suerte de complaciente autobiografía.

El 17 de julio de 1980 las Fuerzas Armadas tomaron el control del país en nombre de la “Reconstrucción Nacional” e iniciaron la última dictadura militar de una larga lista que se había inaugura en 1960.

Marcelo

García Meza, de ríspido carácter,  confesó estar “encantado” con dos recurrentes descripciones: exdictador, expresidente.

En la entrevista, sin rubor, y en un tono calculado, asumió la responsabilidad política de la muerte de Marcelo Quiroga Santa Cruz.

Al líder socialista lo recordaba como su compañero de curso en primaria.

“Asumo la responsabilidad de la muerte de Quiroga Santa Cruz, aunque yo no ordene su ejecución”.

“No tenía por qué ordenar que se lo ejecute”, dijo, en referencia a la muerte del político cuyos restos, desde entonces, están en paradero desconocido.

Concedió, sin embargo, que por su condición de ex presidente y cabeza del régimen militar de 1980 asumía la responsabilidad política de lo ocurrido con el dirigente socialista.

Los asesinos de Marcelo

“En Memorias de un Dictador”, el expresidente de facto asegura, con cierta ironía, “haber recuperado la memoria” en contraste con su repetidas frases  –”no recuerdo, no sé, lo olvidé”– en el famoso juicio de responsabilidades, que se conoció como el Juicio del Siglo, donde no recordaba muchas cosas del golpe de 1980.

Recordó, por ejemplo, que los que dispusieron la ejecución del líder socialista estaban en ese entonces en el Alto Mando Militar, cuya base está asentaba en el Estado Mayor del Gran Cuartel de Miraflores.

Ahora, “yo estoy en Chonchocoro asumiendo mi responsabilidad, sin haber ordenado su muerte”.

“Los que estamos en la cárcel no participamos  en la ejecución de Quiroga Santa Cruz, son inocentes, aunque Juan del Granado (el abogado que llevó el juicio como demandante) diga lo contrario”, comentó en su alegato contra el ex abogado de la parte civil, el exdiputado del Movimiento Bolivia Libre en el juicio contra la dictadura.

García Meza dijo que luego de conocer el parte en que se le informaba sobre la muerte de Marcelo, ordenó investigar y esclarecer el caso y devolver los restos a la familia del fallecido líder político.

“Yo ordené que se devuelva el cadáver, cosa que no se cumplió porque pasaron cosas que estaban fuera de mi control”, aseveró, al asegurar que el cuerpo del dirigente político fue incinerado en la fundición de Vinto, en Oruro.

Esa versión, junto con otras tantas, nunca fue confirmada.

Señaló que esos detalles, más lo que declaró ante la Corte Suprema de Justicia en el juicio de responsabilidades, constituyen todo lo que sabía sobre el caso Marcelo y el asalto a la sede de la Central Obrera Boliviana.

Acusado de ocho delitos, entre ellos el robo del diario de guerrillero Ernesto “Che” Guevara, la masacre de la COB y la calle Harrington, el negociado de los carritos Hanne y la compra irregular de equipos petroleros, entre otros, García Meza aseguró que ninguno de esas acusaciones le fue probada.

En 1979 tres presidentes estuvieron al mando de la nación: Walter Guevara Arce, Alberto Natusch y Lidia Gueiler Tejada.

Dos elecciones nacionales, cuatro golpes de Estado y seis presidentes en casi dos años grafican la profunda crisis en la que se debatía Bolivia cuando García Meza tomó control del Estado para colocarlo al servicio del narcotráfico./ABI.

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