Layme, la indianización del TikTok

|| Según Quya Reyna, Layme quiebra mitos sobre los indígenas y sobre esta Bolivia que cada vez tiene más rostros morenos como protagonistas: Maju, Jhoselyn Camargo o Garibay

Hace unos años, el pensador boliviano René Zavaleta acuñó una frase que se ha vuelto famosa: “Bolivia será india o no será”. Con esto, Zavaleta resaltaba el protagonismo cada vez más evidente del «indio» -como sujeto racializado- en la configuración del país. Según Zavaleta, Bolivia no podía construirse sin incorporar al «indio», dado que se notaba una clara evolución de su participación política en el siglo XX, a partir de los movimientos sociales conformados por mineros y campesinos.

El «indio», en la actualidad, como individuo que ocupa espacios que antes sólo les pertenecían a las élites, cobra fuerza e influye en su sociedad de forma más destacada a partir de su vestidura cultural y política: su forma de hablar, sus fiestas, su pensamiento, su lengua, su comida… A esto el antropólogo Edgar Arandia le llamaría “cholificación”, aunque quizás es más preciso hablar de una “indianización”, como planteaba Felipe Quispe al manifestar que había que “indianizar” al q’ara.

Un ejemplo es cómo la música chicha, antes relegada a ciertos estratos aymaras y quechuas, hoy se escucha en todas las clases sociales, quizá más por moda que por gusto. Así, se dio una «indianización» del gusto musical, al punto que los programas de farándula buscan saber quién será la nueva bailarina de Maroyu y ya no le dan tantos espacios a artistas de la élite social.

¿Pasará lo mismo en redes sociales? ¿Qué contenidos consumen los bolivianos? Es claro que a muchos ya no les interesan influencers locales tipo Juandy o Alvinich. Sus videos repetitivos sobre «tipos de bolivianos» no lograron conectar con otras realidades del país. Quienes sí lo hacen, desde espacios más acomodados, son Ale Pinedo y Leonel Fransezze y es que tienen algo en común. Ambos incorporaron en sus contenidos a mujeres con polleras, sus “caseras” y Luisa, la empleada del hogar de este segundo influencer. Desde entonces, su popularidad creció, conectando con lo «nacional-popular» del que hablaba Zavaleta: ese substrato indígena que constituye el país.

Por supuesto, esto también es una mercantilización de la condición racial y social de esas mujeres. Pero existe otro fenómeno en paralelo: la «automercantilización» de la identidad indígena, como hacen Albertina y Luz Cruz en TikTok. Esta forma de monetizar la precariedad es común entre indígenas influencers latinoamericanos. Muestran cocinas humildes o vestimentas tradicionales para generar empatía, delimitando su identidad a esos estereotipos de pobreza o de aspecto folklórico.

Sin embargo, así como hay indígenas que refuerzan los estereotipos más comunes sobre la “victimización” indígena, también hay otros que lo rompen. Un caso es Hilary Layme, una joven de San Pedro de Macha, de Norte de Potosí, que publicó su primer video de Tik Tok en febrero de este año y en la actualidad tiene más de 600 mil seguidores. Su fuerte no son los videos publicados en su perfil, sino los directos que realiza por las noches, donde juega a las batallas con otros TikTokers. Analizando un poco sus directos en el inicio, se percibe que Layme no buscó originalmente monetizar o ganar a través de TikTok, sino “jugar” por simple distracción, ya que sus batallas son muy poco profesionales, mal planificadas, pero muy efectivas. Su sinceridad y el carisma que tiene ha convocado a muchos seguidores a hacerla ganar en batallas de TikTok contra otros creadores de contenido de tallas internacionales, como Moro o Cañita, consiguiendo hasta 50 mil espectadores.

En sus directos se muestra auténtica, sin temor a reconocer acciones moralmente reprochables de su pasado, como cuando dice que le robaba a su abuela para comprarse bombones. Esto quiebra la idealización del «indígena humilde»; el robar es una realidad que pocos mencionan de su infancia y que expone Layme, generando empatía con otros. Incluso, Layme critica abiertamente la homosexualidad, chocando con visiones progresistas predominantes sobre los indígenas. Cuando La Hermana, un tiktoker hondureño, le confiesa que le gustan los hombres, Layme le dice con indignación que eso no es “normal” y le pregunta «¿de dónde te van a dar?». Ella no adapta sus opiniones a ningún molde preestablecido: canta huaynos y cumbias sin prejuicios, dedicándole temas de Yarita Lizeth a un usuario árabe. Zapatea moviendo sus polleras e indianiza TikTok al llevar el salay de «Zulema» de Los hermanos Azurduy a extranjeros que bailan el ritmo incluso desde tierras árabes. Es una música que antes sólo parecían escuchar los quechuas y ahora es tendencia en redes. Un boliviano comentaba que seguro los árabes piensan que en la canción dice «Zuleiman» y no “Zulema”.

Su audio viral es el de “no te enamores de mí”, grabado cuando La Hermana le declara su amor. Esa frase y los discursos de Layme cuestionando el amor romántico le han generado gran notoriedad. Prefiere trabajar antes que vivir de cariñitos, y se lamenta por no poder estudiar y estar lejos de su familia, ya que reside en Cochabamba. Últimamente ha recibido mucho apoyo en sus batallas de TikTok, llegando a ser la segunda mejor de Latinoamérica en categoría «Live» gracias a sus seguidores. Incluso la cantante Yarita Lizeth le mandó saludos por interpretar sus temas durante las transmisiones.

Y aunque el camino para lo “indio” en TikTok parece fácil, previamente lo allanaron grupos como “Los F4”, quienes inicialmente fueron muy criticados por su vestimenta: parches, camisas abiertas y combinadas, y cabello teñido de rubio. Les decían “llamas” o que «dan pena ajena» al mostrarse con la música chichera de Sagrado. Pero lograron popularizarse, abriendo camino a lo que ocurre ahora. Otro caso fue el audio viral de “salto tigre”, que pertenecía originalmente a la radialista boliviana Mary, @cholitabolivianita1, radicada en Brasil. Pese a su viralidad, ella no ganó mayor reconocimiento. Existen dinámicas de apropiación de contenidos que generan invisibilización de TikTokers aymaras y quechuas. Sin embargo, este proceso de “indianización” que los mismos bolivianos negaban, hoy está generando un nuevo reforzamiento de la identidad nacional.

Lo que está consiguiendo Layme es la articulación de lo indígena a través de la identidad boliviana. Está destronando a tiktokers de renombre gracias a sus seguidores e incluso creando comunidad entre migrantes: la comunidad boliviana en España le ha dedicado canciones y videos, mientras que en su viaje a Brasil se evidenció una fuerte conexión desde los bolivianos en Sao Paulo con su contenido. En el proceso, Layme quiebra mitos sobre los indígenas y sobre esta Bolivia que cada vez tiene más rostros morenos como protagonistas: Maju, Jhoselyn Camargo o Garibay.

Alguna vez le escuché a decir a Layme en su directo que sin nosotros ella es una simple empleada, pero quizá su modestia no le permite darse cuenta que es un referente de la identidad boliviana en TikTok y mientras ella continúe, muchos seguiremos dándole “tikitikis” a la pantalla cuando haga sus particulares y cautivadoras transmisiones en vivo. || Urgente.bo

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