Wilma Quispe, la mujer que fue asesinada el lunes por su esposo, ya había denunciado a su pareja por ejercer violencia en contra de ella. Lo hizo en la Estación Policial Integral (EPI) de la zona Germán Busch de El Alto; pero la Policía no asumió ninguna acción, y, por miedo, ella no volvió a denunciar.
Sufría golpizas continuamente, aparecía con el ojo morado, y sus vecinos sabían que su esposo era un hombre violento, según contó su cuñada.
La última golpiza duró cinco horas, entre las 02.00 y las 07.00 del lunes 20. Wilma recibió primero baldazos de agua fría, y luego fue flagelada con un cable, pateada y golpeada. Las cinco horas de tortura fueron presenciadas por sus cuatro hijos, de entre 8 meses y 8 años de edad.
Wilma había bebido, y eso provocó la furia de su esposo, ahora detenido. El hijo mayor, de 8 años, intentó defender a su madre, pero también fue golpeado; Wilma lanzó botellas para alertar al vecino y pedir ayuda, pero el vecino no reaccionó, pues en otra oportunidad lo había hecho, y se había ganado una golpiza. Prefirió cerrar la puerta.
Ahora los niños están en la Defensoría de la Niñez, a la espera de que se resuelva quién se hará cargo de su custodia. Los primos de Wilma, que llegaron de Cochabamba para el entierro que se realizará hoy, analizan la situación, y sus posibilidades de hacerse cargo.
