Se llaman así mismos la “caballería de El Villar”, pero no forman parte de ningún cuerpo militar del Estado.
Sus miembros, más del medio millar de jinetes, hombres y mujeres de todas las edades, no solo montan con destreza, sino que honran con pasión y respeto a la memoria de quien hizo posible su conformación hace más de dos siglos.
En El Villar, ubicado en la provincia Tomina del departamento de Chuquisaca, el 2 de marzo de 1816 los guerrilleros de la independencia al mando de Juana Azurduy de Padilla vencieron a las tropas realistas y desde entonces la zona cuenta con su propia caballería.
En 1816, cuenta el profesor de historia y miembro de la “caballería” del municipio chuquisaqueño, Edgar Balanza, los guerrilleros no daban tregua a las tropas españolas.
“Entonces, Joaquín Pezuela, general español, recibe la orden de destruir cuanto antes a los guerrilleros para pacificar la zona y envía dos batallones y tropas de caballería tras ellos”, cuenta Balanza, de 60 años, con pasión.
Entonces, agrega el profesor, Manuel Ascencio Padilla y Juana Azurduy para burlar el acecho español deciden dividirse.
De acuerdo con reconocidos historiadores, a Juana le toca defender El Villar, por entonces un pequeño caserío, al mando de un grupo de mujeres y unos 300 guerrilleros indígenas a caballo.
El Villar es un municipio donde los realistas interceptan a los guerrilleros de Juana y se desata la batalla.
Y en el peor momento para las fuerzas patrióticas, que eran ampliamente superadas en número, Juana ejecuta un acto audaz y temerario y avanza en su corcel al centro del combate. No es posible para sus compañeros escoltarla y un círculo de hierro se cierra detrás de ella. Pero Manuel Ascencio ha regresado para intentar salvarla, sin embargo es herido y muere en el combate.
Juana, lejos de todo, continúa avanzando en línea recta.
Ella llegó sangrando y sudorosa hasta donde estaba el oficial que tenía el estandarte de las fuerzas enemigas, lo atraviesa con su sable y le arrebata la bandera española que había salido victoriosa en Puno, Cuzco, Arequipa y La Paz.
Por aquel acto de valor, Juana Azurduy recibió el rango de teniente coronel.
A través de un decreto, Martín Pueyrredón, director Supremo de las Provincias Unidas de Río de La Plata, asciende a Juana a un grado que ninguna mujer había obtenido en la larga guerra por la independencia. En ceremonia oficial, el general Manuel Belgrano le colocó los grados y le obsequió su sable.
Desde entonces Juana Azurduy, al mando de las tropas tras la muerte de su esposo, marchaba a los combates sosteniendo el sable que le entregara Belgrano.
Después de haber participado en más de un centenar de batallas y vencido en 33 de ellas, murió anciana el 25 de mayo de 1862 en la indigencia y fue enterrada sin amigos ni honores.
En honor a Juana y Manuel Ascencio, que dejaron una patria libre y soberana, El Villar conserva su caballería para honrar sus memorias. ABI.