
La pequeña iglesia de San Francisco de Asís, fundada en octubre de 1996, está en una discreta calle del caótico, bullicioso e industrial barrio de Senkata, en el Distrito 8 de la ciudad de El Alto.
Su aniversario se fundió este año con el recuerdo de dos violentos sucesos, ocurridos también en el mes de octubre en esa zona: el de 2003, durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa, y el de 2019, en el régimen de Jeanine Áñez.
Una misa en la parroquia en homenaje a las víctimas de Octubre Negro y la Masacre de Senkata, celebrada el martes, reunió en oración a los familias de fallecidos y heridos de ambos sucesos.
“Es un mes de memoria, ni de olvido ni de perdón, por lo que ha ocurrido en 2003, pero también se junta con lo que sucedido en 2019”, dijo David Inca, activista de Derechos Humanos.
Sin la vanidad y esplendor de otras iglesias católicas, sin retablos antiguos ni ornamentos de lujo, el pequeño templo de San Francisco de Asís fue el refugio para quienes escaparon de la metralla, la sala de urgencia que atendió a heridos de bala, la mesa de autopsias o el salón para velar a los difuntos durante los aciagos días del octubre de Sánchez de Lozada y Áñez.
2003
Las revueltas ciudadanas en 2003 se originaron en oposición al plan del ultra liberal Sánchez de Lozada y de su vicepresidente Carlos Mesa de consolidar la exportación de gas natural a Estados Unidos y México, a través de un puerto chileno, en condiciones desventajosas para el país.
La elección de Chile despertó un gran rechazo popular, presente aún en la memoria colectiva la reivindicación marítima y el reclamó por una salida soberana al océano Pacífico, perdida en la Guerra del Pacífico (1879 – 1884).
“Yo no voy a renunciar”. Así de tajante reaccionaba Goni, conocido el ex presidente con ese sobrenombre, pocas horas antes de su renuncia, el 17 de octubre de 2003, ante los disturbios callejeros que en El Alto que ya se habían cobrado la vida de más de 50 personas en tres semanas de conflicto, que se iniciaron en septiembre de ese año.
La iglesia alteña refugió en plena crisis a heridos y sus familias y trató con respeto a los cuerpos de los fallecidos.
Un gigantesco operativo militar para transportar combustibles en una caravana de cisternas de la planta de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos a La Paz y el resto del país acabó con una masacre de civiles desarmados. Ese fue el punto de inflexión que provocó la dimisión de Gonzalo Sánchez de Lozada.
2019
El 15 de noviembre de 2019, tres días después de autoproclamarse Jeanine Áñez como presidenta, en el desarrollo de intervenciones militares para aplastar protestas ciudadanas, murieron 11 civiles en Sacaba y otros 120 resultaron heridos.
El 19 de noviembre, en Senkata, El Alto, otros 11 civiles fallecieron y 78 resultaron heridos.
Los movilizados exigían la renuncia de Añez.
A la iglesia de San Francisco de Asís acudían cientos de personas cada día en busca de algún familiar. A los fallecidos se les practicó la autopsia de ley en ese lugar y luego recibieron las dolorosas honras fúnebres.
A cuatro mil metros sobre el nivel del mar, desde la pequeña parroquia es posible ver el nevado Illimani y sentir el suave y frío viento andino de los imponentes Huayna Potosí y Mururata.
La vida de la iglesia transcurre hoy en aparente calma. || ABI